Imprimir

Notas a pie de pantalla: "Malditos bastardos / Bastardos sin gloria"

por © NOTICINE.com
Brad Pitt, el primer bastardo
Brad Pitt, el primer bastardo
Por Elio Castro-Villacañas

De entrada cometo un pecado imperdonable para todo buen aficionado al cine. Llegó tarde, con la película empezada. Han pasado tres o cuatro minutos de metraje, quizás alguno más. Entro con la sala a oscuras y me siento donde buenamente puedo. Lo primero que veo es a un nazi, el coronel Hans Landa que interpreta magistralmente Christoph Waltz, llegando a una granja francesa. Es una escena larga que comienza con diálogos educados y triviales pero que se va enredando de forma endiablada. La tensión va creciendo fotograma a fotograma hasta que, por fin, todo estalla.

Empezamos bien, pienso mientras me acomodo en la butaca. El resto de la película sigue más o menos el mismo esquema. Diálogos brillantes, divertidos e ingeniosos. La sangre y la crueldad habituales en Tarantino y muchas, muchas sorpresas. Una pareja no puede soportar lo que ve en la pantalla y se marcha del cine. El resto se ríe con las gracias que salpican la historia e imagino que, como yo, pega un brinco o aparta la mirada con algunas especialmente escabrosas. "Malditos bastardos" es una película larga, más de dos horas y media, quizá demasiado.

El talento de Tarantino es indudable pero me da la impresión de que, a veces, se recrea con exceso. Se gusta tanto a sí mismo que retuerce demasiado las situaciones, como si quisiera epatar al espectador, dejar su huella en cada palabra, en cada movimiento, en cada resolución. Como si pensara que todo en la película debe de tener el identificable sello “tarantiniano”. Eso, a mi juicio, acaba perjudicando la película, tanto en su ritmo como en su contenido. Lo mejor del film es que nunca sabes por dónde va a ir, qué es lo que va a pasar a continuación, cómo acabará todo.

Ya hemos mencionado la genial interpretación de Christoph Waltz mientras que Brad Pitt está un poco exagerado y grotesco pero especialmente divertido cuando se hace pasar por italiano. Si analizamos la historia con lógica ésta no se sostiene por ningún lado. Pero Tarantino no pretende lógica alguna, tan solo que aterricemos en su planeta cinematográfico y nos dejemos llevar de su mano.

Aún así pienso que el final es demasiado simplón, fácil y precipitado. No está a la altura del resto del film. Lo que sí se transmite en todo el largometraje es el inmenso amor que Tarantino siente por el cine. No es casualidad que el film este sembrado de decenas y decenas de referencias cinéfilas, incluso uno de los personajes es crítico de cine. Tampoco que gran parte de la acción transcurra en una vieja sala, un pequeño cine de barrio parisino.

Tarantino muestra con especial cariño la cabina de proyección y cómo se preparan y “talonan” los rollos antes de que se vean en la gran pantalla. Es como si nos remarcara que el viejo séptimo arte se va muriendo. Van desapareciendo los géneros cinematográficos. Muere también la forma en la que se proyecta y se exhibe el cine. Mueren también las pequeñas salas. Todo ello es parte del pasado. Un pasado que, como ocurre en "Malditos bastardos", gracias precisamente al cine podemos reinventar a nuestro antojo.