Imprimir

Colaboración: "Malditos bastardos / Bastardos sin gloria", una sangrienta Tarantinada

por © NOTICINE.com
'Malditos bastardos / Bastardos sin gloria'
'Malditos bastardos / Bastardos sin gloria'


Por Alberto Duque López

Dicen que el mundo (el mundo del cine, se entiende), se divide en dos tajadas irreconciliables. Los que pensamos que Quentin Tarantino es un genio, aunque saquee sin piedad todos los géneros, todas las obras maestras, todos los estilos ajenos, y  quienes lo miran como un payaso que se divierte burlándose de lo más sagrado e intocable que encierran la memoria y la tradición (del cine, se entiende).

Unos y otros tienen ahora ocasión de excitarse de nuevo, apretar los puños, sonreír, gritar de felicidad, enfadarse, pelear con el vecino, correr de un lado para otro, saltar en las butacas de los cines oscuros o señalarlo como uno de los mayores fraudes en muchos años: desde mayo, cuando "Bastardos sin gloria / Malditos bastardos" fue estrenada en Cannes y esos dos grupos se fueron a las manos porque nunca estarán de acuerdo sobre el verdadero aporte del cineasta, la expectativa ha ido creciendo hasta la inminencia de un estreno que seguramente no dejará a nadie indiferente. En España se estrena este fin de semana y en Colombia y otros países latinoamericanos, el 30 de octubre.

Es que cualquiera tiene que reaccionar con una película que aporta nuevos elementos al cine de guerra, que trastoca la historia inventando hechos que jamás ocurrieron, que convierte a un sanguinario verdugo en caballero refinado y atractivo, que muestra los efectos de un bate de béisbol aplicado a la cabeza de un alemán arrodillado y asustado, que enseña cómo se corta y arranca el cuero cabelludo o cómo se marca una svástica con un cuchillo sobre la frente de un alemán, frente a la cámara, sin pudor ni medida, para que el espectador comprenda que todos los excesos, homenajes, sinsabores, bromas, alusiones a personajes vivos y muertos, reales e imaginarios, todo lo mezclado en sus películas anteriores, era poco ante esta explosión que amenaza con otra película sobre  los años anteriores, cuando los bastardos eran más jóvenes, menos peligrosos.

Pocas películas recientes han recibido tantos comentarios como ésta, de modo que el argumento es más que conocido (inspirado lejanamente en una historia muy divertida y entretenida como "Doce del Patíbulo" de Robert Aldrich que debe ser revisada para gozar con esos primeros minutos, cuando un furioso y estoico Lee Marvin contempla la ejecución de uno de sus compañeros militares y más tarde recibe la misión de organizar un grupo de élite formado por criminales de guerra), con esos soldados judíos entrenados por un salvaje oficial, Aldo Raine (Brad Pitt) y lanzados a una cacería implacable de los nazis que invaden Francia, con ayuda de dos hermosas, solitarias, vengativas  y valientes mujeres, la dueña de un cine (Melanie Laurent) y una actriz convertida en espía (Diane Kruger), con una misión final específica: asesinar a Hitler, Goebbels y otros jerarcas mientras asisten a un estreno en París (homenaje divertido a una de las escenas claves de un clásico, "Ser o no Ser" de Ernst Lubitch), y un guiño a directores alemanes como Leni Riefenstahl, Georg Pabst y otros que aparecen y desaparecen, mientras uno de los bastardos nos recuerda, delante  de Churchill, que en alguna ocasión, ejerció como crítico de cine.

El cine es la segunda naturaleza de Tarantino. No solo por haberlo aprendido como empleado de un club de video en Los Angeles, donde tuvo la oportunidad de ver y compartir con sus amigos seis películas diarias; no solo por su memoria prodigiosa que le permite reproducir diálogos y secuencias ajenos; no solo por su profunda y perturbadora sensibilidad expresada a través de la violencia, el salvajismo, los extremos, la soledad, el absurdo, lo erótico, lo humorístico y lo desgarrador de la vida misma, aplicada a sus historias y personajes, sino por su cuidadoso y estético sentido de la narración (rechazado por algunos) que le permite construir esas películas armadas con rompecabezas, perfectas, envidiables, contagiosas. ¿Exageramos? ¿Demasiada sangre? ¿Demasiada cinefilia?

Dicen que con sus películas anteriores, Tarantino cambió las reglas y el rumbo de algunos géneros populares: artes marciales (las dos "Kill Bill"), las heroínas negras ("Jackie Brown"), el cine policíaco ("Reservoir Dogs"), y las historias de horror y de carretera ("Death Proof", y le faltaba el cine de guerra.

Por eso se nutre no solo de "Doce del Patíbulo" sino de una casi olvidada película italiana del director Enzo Castellari, "Inglorious Bastards" con "a" y titula su homenaje "Inglorious Basterds", con "e" o sea, otra naturaleza, más peligrosa, más dañina para estos condenados que se lanzan en territorio ocupado luego de la idílica, desprevenida y tranquila escena inicial, con los créditos de "Erase una vez… en la Francia Ocupada", con la sonata de Beethoven y algunos acordes de uno de sus compositores favoritos, Ennio Morricone. Prólogo para la primera masacre.

El espectador sabe que tiene que ocurrir algo y ocurre, y aparece el otro personaje maldito y destructor y sanguinario que completa el tono de la película, el coronel Landa (interpretado con sorna, humor negro y elegancia por Christoph Walz, a quien llaman "Cazador de judíos" mientras a su enemigo principal lo apodan "Apache" y de ahí la obsesión con las cabelleras arrancadas en frío a los prisioneros nazis).

Dividida en cinco capítulos dedicados al entrenamiento, los ataques y la preparación de ese atentado en el interior de un cine que Tarantino ha acariciado durante casi diez años, la película es nerviosa, desordenada, con unos diálogos brillantes, con escenas magistrales que manipulan el suspenso y la impaciencia del espectador, y una alegría desmesurada que nos arrastra de personaje en personaje, de tiroteo en tiroteo, de tortura en tortura, de sorpresa en sorpresa, de despiste en despiste mientras la sangre corre y el dolor aumenta y algunos malos se vuelven buenos, y algunos buenos se tornan malos.

Si alguien se remueve en la silla, incómodo y quiere saber qué está viendo, debe aceptar alguna de  definiciones recogidas al azar: "Es la venganza soñada por los judíos" o "Es un vaquero-espagueti" o "Es una historia de guerra como debió ocurrir o como quisiéramos que hubiera ocurrido" o "Es un pastiche, una broma llena de sangre" o "Es la revisión de la historia de la ocupación nazi en Francia" o "Una historia de espías y contra-espías y espías dobles y triples que trabajan para los aliados, los nazis y los demás, y ellos mismos, y en un determinado momento pierden la noción de sus verdaderos principios" o "Es un vaquero pero con personajes de la II Guerra Mundial" o "La guerra de las mujeres contra los verdugos nazis" o "Las escenas finales son una metáfora de lo que puede ocurrir con los críticos que detestan al director".

Algo queda claro. Podría ser una película de guerra pero no tiene batallas en el frente, ni despliegues de tropas, ni desfiles. Podría ser una comedia pero es demasiado trágica y sangrienta. Podría ser una película histórica pero se basa en la imaginación de un guionista y director con sus deseos más escondidos. Podría ser una película de acción pero los personajes gastan más tiempo en hablar que en pelear. Podría ser…lo que el espectador quiera que sea, pero divertida, irreverente, locuaz, sucia, grosera, violenta, llena de cráneos rapados salvajemente y cabezas reventadas con bates de béisbol, y mujeres hermosas que se enfrentan a Hitler y los demás verdugos, y ejecutan su venganza en medio de la metáfora más hermosa de los últimos años: una pila de películas arrumadas detrás de un telón, en llamas, devorando los recuerdos, el Mal, los nazis, los pecados, los errores, las equivocaciones, todo lo bastardo y maldito que pueden caber en unos seres humanos. Hasta el extremo, hasta los huesos.

Cuando se encienden las luces (la versión latinoamericana ha sido suavizada en algunas escenas de escalpelo y garrotazos), uno se siente emocionado con Tarantino y recuerda la frase que en distintas ocasiones ha sido practicada por sus personajes: "La venganza es un plato que se come frío", como la pasta con salsa napolitana o bolognesa, helada, sin ponerla de nuevo al fogón, fría, dura, con ese queso esparcido en la superficie y el rojo de la salsa de tomate haciendo figuras en el borde del plato, y la cercanía de un vino tinto al clima, como la sangre derramada, como los sesos esparcidos, como los gritos de los nazis o los aullidos de los "basterds" al caer. Cine dentro del cine o mejor, la vida dentro del cine, o al revés. Disparate delirante o delirio disparatado. Un pastiche. Una broma que se gasta dos horas y media. Una película obligatoria, aún para quienes no lo respetan.