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Colaboración: "District 9", Opresor convertido en oprimido

por © NOTICINE.com
'District 9'
'District 9'
Por Alberto Duque López

Esta es la gran sorpresa del año, "District 9 / Sector 9", una película dirigida por un debutante y producida por Peter Jackson, metáfora inteligente sobre la segregación, el odio y la intolerancia que acosan a millones de desplazados. El pasado fin de semana pasó ya de los 100 millones de dólares ingresados sólo en EEUU.
Parecen langostinos con sus cuerpos armados con piezas metálicas y plásticas que segregan un líquido pestilente, sostenidos por dos largas patas, unas antenas, unos ojos que lo miran y lo graban todo, y unas bocas que producen sonidos metálicos que la película se encarga de traducir con subtítulos.

Langostinos voraces, desordenados, tristes, sucios, promiscuos y ávidos de la carne molida para gatos, langostinos acosados, perseguidos, odiados, exterminados y masacrados por una nación donde la intolerancia y la segregación alimentan buena parte de su vida cotidiana.

Si los espectadores recuerdan  las imágenes de marcianos o alienígenas o extraterrestres  cultivadas y lanzadas por el cine durante todos estos años (desde los sueños de Melies, pasando por Spielberg y Lucas, hasta Cameron y Emerich), imágenes de seres bajitos, verdes, gordos, con muchos tentáculos y complejos sicológicos, tienen que desecharlas porque las figuras que propone esta película sudafricana, patrocinada por el mítico Peter Jackson encierran otro concepto visual, otro significado cultural, político, social y hasta religioso. Sin parecido alguno con las anteriores.

"District 9", la gran sorpresa de espectadores y críticos en el mundo entero este año, va más allá del género de ciencia-ficción donde se instala para inquietar y perturbar al más indiferente y leve de los espectadores. No es una película de marcianos. No es un viaje en el tiempo. No es un despliegue de batallas espaciales. No es un ataque de enemigos que llegan del espacio a propagar  virus mortales. No es una saga sobre conquistadores ni vencidos. No es una historia divertida o entretenida sobre cazadores armados con rayos que despedazan a los rivales. Es otro género, otra sensibilidad, otro concepto, otra visión, otro riesgo, otro miedo, otro suspenso, otra sorpresa.

La historia básica es simple y por eso despista más a los espectadores impacientes. Dicen que hace más de veinte años, los alienígenas hicieron contacto con la Tierra. Los humanos esperaban un ataque hostil, o cuando menos algunos avances tecnológicos sobrecogedores. No hubo nada parecido. En vez de ello, los alienígenas resultaron ser refugiados de su propio mundo. Las criaturas fueron mantenidas en los habitáculos improvisados del Sector 9 de Sudáfrica (no es coincidencia) mientras las naciones del mundo decidían qué hacer con ellos.

Ahora, la paciencia en torno a este problema se ha agotado. El control de los alienígenas ha sido cedido bajo contrato a MNU, una compañía privada muy poco interesada en el bienestar de los extraterrestres, que recibirá tremendas ganancias si logra hacer funcionar el poderoso armamento de los alienígenas. Hasta el momento, la compañía ha fracasado estrepitosamente: la reactivación del armamento requiere del DNA de los extraterrestres.

La tensión alcanza su clímax cuando comienza el desalojo de los no-humanos del Sector 9. Algunos agentes de la compañía se han dado a la tarea de conducirlos a un nuevo campo de concentración. Uno de los operadores, Wikus van der Merwe  contrae un virus alienígena que provoca modificaciones en su DNA y se convierte rápidamente en el hombre más buscado del planeta, así como el más valioso – él y sólo él podría proporcionar la llave para desentrañar los secretos la tecnología alienígena. Sin amigos y condenado al ostracismo, existe un solo lugar en el que él podrá ocultarse: el Sector 9.

Las connotaciones políticas, culturales y sociales son muy claras. Sudáfrica vive todavía los rezagos del Apartheid que Nelson Mandela combatió con sangre y cárcel, escenario de estos conflictos entre vencedores (los humanos y las mafias de negros que explotan a los encerrados en ese campo de concentración) y los vencidos (que en el cine de Hollywood siempre habían  sido avasalladores con sus naves y armas).

Para que el efecto sea más incisivo, más demoledor, la película está realizada con el tono, la apariencia, el ritmo y el ambiente de las noticias en televisión durante 24 horas, con una cámara que nunca se queda quieta, con pietaje documental de todos esos 20 años de zozobras y martirio para los visitantes, con expertos que analizan el drama ya imparable. La fotografía ocre recuerda la tragedia de "El jardinero fiel" (otra historia sudafricana) y "Ciudad de Dios".

El personaje de Wikus (ingenuo, torpe, despistado, esclavo de reglamentos y rangos, solidario con los perseguidos y convertido en uno de ellos al cambiar su DNA), es uno de los más tiernos y sensibles de los últimos años. A través de su angustia comprendemos mejor la masacre de los oprimidos. A través de la amistad que entabla con uno de ellos, conocemos mejor esa cultura y esa sensibilidad que los humanos pretenden pisotear y exterminar por ignorantes, torpes, segregacionistas y abusadores. Aún con las escenas innecesarias que en el fondo deben ser una burla de "Transformers", la película es una de las grandes que veremos este año.  

Este milagro se debe a un muchacho, Neill Blomkamp (realizador talentoso de videos musicales y diseñador de efectos digitales), a quien Jackson califica como  genial y apasionante: "Estábamos a punto de realizar una versión cinematográfica de Halo, basada en el juego de video. Ese proyecto se vino abajo en el último momento, pero nos gustó tanto trabajar con Neill que cuando nos presentó su proyecto "District 9" nos pareció  divertido transformar su idea en un largometraje". Si alguien quiere una definición de esta película tan significativa, bastan estas palabras: es el retrato de un opresor, convertido en oprimido. O estas otras: lo que pasaría si un verdugo blanco sudafricano, descubre un día que se ha convertido en negro.  

Hay que agregar que los orígenes de "District 9" se encuentran en un documental espurio de bajo presupuesto y corta duración llamado "Alive in Jo’burg", que Blomkamp filmó en los tugurios  de Johannesburgo hace unos años y  agregó unos cuantos extraterrestres a la mezcla cultural de Johannesburgo, una de las ciudades africanas más conflictivas y peligrosas. Esa es la mezcla que estalla ahora de manera salvaje y sangrienta cuando los oprimidos se alzan contra el desalojo, se esconden, combaten, se defienden y son arrastrados a su nuevo encierro mientras ese humano que ya no es humano, que ahora es uno de ellos, descubre las raíces de la tragedia. Solo en una ciudad y una nación como esas, además de Soweto, en los sitios verdaderos, la película alcanzaba veracidad.

En medio del caos y las batallas y los muertos, el aspecto físico de los alienígenas es uno de los factores más perturbadores e impactantes de la película porque no son lindos ni atractivos, tampoco estimulan las fibras más sensibles ni la compasión. El director prefirió desarrollar un ser duro, rudo, aterrador y con apariencia de guerrero, y esto supone un desafío, y para el ambiente no hay nada mejor que un alienígena que semeja un insecto, explica Blomkamp.

Quizás esta sea la mejor definición de los personajes: "tienen un exoesqueleto combinado con el de un crustáceo,  cuentan con articulaciones nervudas entre las áreas de concha dura, al estilo de los cangrejos, son  criaturas francamente repugnantes, secretan una especie de resina, así que utilizamos varias clases de babas viscosas para conferirles brillo y un cierto semblante de vida".Los alienígenas son una mezcla de  efectos visuales, prótesis, maniquíes, actores reales,  efectos prácticos, sobre todo porque su diseño físico – las angostas cinturas y los curveados miembros inferiores – hubiera sido muy difíciles de animar utilizando algún otro método, además con una cintura extremadamente delgada. La armadura más avanzada del arsenal alienígena es el exotraje, una combinación de tecnología y elementos orgánicos, es decir, un traje viviente que se ajusta a los extraterrestres y que ellos mismos pueden controlar desde el interior.  Por eso, agregamos, el traje reconoce a Wikus como uno de los suyos, como un alienígena, e incluso puede sondear su cerebro. Así que a pesar de que el exterior es metálico, éste puede enviarle una señal de dolor cada vez que las balas golpean la armadura. El dolor va directamente a los hemisferios de este hombre.  ¿Habría que agregar algo más sobre esta película provocativa y provocadora?