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Los 95 años de Billy Wilder, rey del humor

por © J.A.-NOTICINE.com
Lemmon en Avanti
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Sunset boulevardLemmon en Avanti21-VI-01

"Todos los días miro las esquelas de los periódicos y me fijo sobre todo en la edad del muerto. La mayoría son más jovenes que yo. Me asusto y pienso: a lo mejor, lo único que sucede es que se han olvidado de mí". Eso dijo no hace mucho Billy Wilder, uno de los grandes reyes de la comedia, guionista de Lubisch, escritor y realizador de magistrales películas que permanecen inalterables en nuestra memoria. Este viernes celebramos felices el 95 cumpleaños de un austríaco bajito, amante de los puros y las chicas guapas, y enemigo mortal del aburrimiento.

Nacido en una ciudad austríaca, Sucha (hoy perteneciente a Polonia), el 22 de junio de 1906, William Wilder iba para abogado, pero desvío sus pasos hasta el periodismo popular, en el efervescente Berlín de los años 20. De ahí empezó a filtrear con el cine, colaborando con los estudios UFA desde el 29 hasta el ascenso al poder de Adolf Hitler, cuatro años más tarde. Su familia era judía, aunque él nunca fue demasiado religioso, y eligió el camino del exilio. Hizo bien, ya que su madre acabó muriendo en un campo de concentración.

Con poca ropa y sus mayores riquezas -unos pocos carteles originales de Toulouse Lautrec- recaló primero en París, donde siguió escribiendo y se atrevió a codirigir su primera cinta, "Mauvaise graine". Siempre acosado por el nazismo, tuvo que volver a hacer las maletas rumbo a Estados Unidos, donde se habían refugiado ya otros cineastas centroeuropeos, como su compatriota Ernst Lubitsch, con quien no tardaría en trabajar, haciendo pareja con otro guionista, Charlie Brakett, que le ayudaba a corregir su deficiente inglés.

Juntos colaboraron del 38 al 50, y fueron autores de éxitos de Lubitsch tan populares como "La octava mujer de Barba Azul" o "Ninotchka". Después de escribir el texto de "Bola de fuego", para Howard Hawks, a principio de los años 40, consiguió que el estudio le permitiera dirigir "El mayor y la menor". Así comenzaba una de las trayectorias más brillantes del cine de Hollywood.

Entre sus grandes películas de los 40 están el film negro "Perdición", el realista y dramático retrato del Berlín vencido en "Berlín Occidente" y al final de la década "El crepúsculo de los dioses", también conocida por su título original, "Sunset Boulevard", que se iniciaba con la inolvidable escena del cadaver flotante en la piscina de William Holden, hablando en Off.

La década de los 50 lanza a Wilder como el rey absoluto de la comedia, refinada y/o picante. De esta época son clásicos del género como "Sabrina", "La tentación vive arriba", "Ariane" y "Con faldas y a lo loco". Pero, en plena fiebre creativa, es capaz también de firmar films "serios" como "El gran carnaval", "El héroe solitario" y "Testigo de cargo".

Hacia mediados de los 60, tras hacer "El apartamento", "Un, dos, tres", "Irma la dulce", "Bésame tonto" y "En bandeja de plata", empieza su decadencia, cuando los productores empiezan a darle la espalda. A partir de 1970 sus proyectos se distancian en el tiempo, pero todavía es capaz de realizar geniales comedias como "Avanti" y "Primera plana". Después del fallido drama "Fedora", termina su filmografía con el humor menor de "Aquí un amigo", en 1981. Nunca más consiguió que las compañías de seguros le permitieran rodar, o que los productores creyeran en él. Propietario de una notable colección de arte contemporáneo, tuvo que desprenderse de una parte de esos cuadros para sobrevivir.

Afortunadamente podemos consolarnos con una muy amplia lista de grandes películas que siguen siendo vendidas hoy al mismo nivel que clásicos considerados "serios". Y, en su 95 cumpleaños, estamos muy felices de tenerlo aún aquí, entre nosotros. Probablemente no es que la muerte se haya olvidado de él, sino que es una de sus fans y se ha reído con sus comedias.