Colaboración: A lo loco y con peluquín

por © NOTICINE.com
Por Sergio Berrocal   

Las dos heroínas de la película “Thelma y Louise” se precipitan con el descapotable por un acantilado y los presidentes de Estados Unidos y el de la URSS están dispuestos a aniquilarse alegremente con sus megatoneladas de bombas atómicas en “Doctor Strangelove”.


Dos películas que hicieron estallar más pacíficamente las taquilla de los cines de todo el mundo, en la primera con las difíciles de olvidar Geena Davis y Susan Sarandon, y en la segunda con un elenco de enorme prestigio, Peter Sellers, indispensable, y George C.Scott, más decorativo.

Dos películas que a mí me parecen reflejar a niveles distintos la situación que existe hoy en el mundo, donde las alianzas militares no están tan claras como en aquella época de tú me matas, yo te mato más.

Y donde la gente se desespera hasta pensar a veces en el suicidio sin compasión y sin más remedio.

La editorial norteamericana Marvel, creadora en 1939 de los héroes que han dado su esencia patriótica a los niños norteamericanos –Capitán América, Hulk, Los Vengadores, Los 3 fantásticos—es algo más que una fábrica de ficción.

Crearon héroes estrictamente norteamericanos al servicio de la salvaguarda de los Estados Unidos en los que niños y no tan pequeños se han reconocido todos estos años.

Porque esos personajes trabajan para la felicidad de un solo país, Estados Unidos, y luchan contra los malos que amenazan a ese país, que suelen ser extranjeros. Cuando se ve que el Presidente de Estados Unidos ordenó a sus soldados de la frontera con México devolver balazos por pedradas para ahuyentar a los desesperados centroamericanos, ya se tiene una idea.

Para una parte importante de los norteamericanos, para los que le eligieron y los que ven en él el hombre capaz de devolver a Norteamérica la grandeza que nunca perdió, hoy el mayor héroe de los Estados Unidos es el Presidente Donald Trump, capaz de liarse a patadas con un jefe de Estado (véase Corea del Norte), de patear a un periodista o de cometer las cochinadas más grandes.

Lo peor es que no le suene en la cabeza aquel estribillo de que lo detengan…, lo peor es que le reímos las gracias, y a veces hasta las bromas más pesadas.

En lugar de callar las porquerías que hace con unos o con otros, deberíamos organizar manifestaciones de repudios en todos los lugares del mundo donde hay una representación norteamericana.

Es normal que después de que los medios nos hayan acostumbrado a ver soldados israelíes matar a bocajarro a palestinos por una pedrada de más o de menos, Trump quiera hacer igual. Es el amo. El puto amo. Y tiene razón. Nadie le manda tropas para callarle la boca, la Unión Europea calla y otorga y el mundo se pone a sus pies porque además es multimillonario, algo que se respeta mucho en el mundo capitalista de los que somos los sumisos pastorcillos.

Estoy seguro de que esa soberbia suya podría salir de la lectura mal digerida de los tebeos de Marvel. Trump tiene la petulancia de Capitán América, el cretinismo infantil de Hulk y la soltura de Spiderman para salvar obstáculos.

Vivimos, nos crían, incluso al fin de nuestras vidas, en un ambiente de terror donde solo los fuertes pueden ganar, salirse del apuro. Es mejor pegarle una patada a un ciego que esgrimir uno de aquellos carteles que la Jane Fonda y otros exhibían en Washington y otros lugares de ese extraño país que es Estados Unidos, “Haga el amor y no la guerra”, que en inglés puede incitar a la violación colectiva en un supermercado relleno de lindas universitarias que saben más del Kama Sutra, ese librito con dibujitos de posiciones, de cómo hacerlo, que de la Declaración de los Derechos Humanos.

En realidad nunca he sabido si los norteamericanos saben realmente de derechos humanos. En las películas los periodistas te invocan no sé qué artículo de la Constitución y el sheriff los encajona en una celda apestosa porque este poli elegido por electores locales no cree en esas chorradas de leyes.

Como ahora parece que va a ocurrir en Brasil desde que el Presidente-Capitán Jair Bolsano ha sido elegido presidente (¡pobres brasileños!).

El nuevo el señor Presidente ya habla de liquidar todo lo que hay de “nocivo” (léase rojo, comunista) en la enseñanza, esa misma a la que Lula da Silva, dos veces presidente y ahora en la cárcel, no prestaba más atención que no fuera que los hambrientos niños de Brasil tuvieran un almuerzo decente para que no se murieran de hambre. Ahora probablemente el almuerzo se reemplazará por una regla rígida para que la enseñanza “nociva” no llegue de ninguna forma a las escuelas.

Estamos metidos en una pirámide de poder. En todo lo alto Mr. President y los demás que cada cual se encuentre un rinconcito, porque no hay para todos.

Y el final siempre es lo mismo. Gana la brutalidad, los fusiles contra las piedras y ya no hay más David y Goliath que valga. Todo eso son cuentos chinos para los miles de millones de personas que en el mundo tratan de sacar la cabeza del agujero de la inflación, de los miserables salarios y de la injusticia. Amén.

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