Colaboración: Donald Trump baila el tuis

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Parodia bailarina de Trump en "Saturday Night Live"
Por Sergio Berrocal   

La imbecilidad enajenante, sin formas, sin elegancia, sin frac que llevarte a los pantalones, sin champán con el que brindar, sin japonés de voz ronca que se hace el hara kiri está a la orden del día. Cualquier tarde de estas de un otoño europeo plagado de lluvias sin gracias, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, podría ser Premio Nobel de la Paz. Quienes se toman muy en serio esta propuesta dicen que después de todo Barack Obama lo tuvo por adelantado, porque había dicho que cerraría el penal de Guantánamo. No hizo nada, nada más que promesas, que es lo que hacen los políticos, y se lo llevó a la casa sin que un resto de dignidad le obligara a devolverlo.

¿Y se ríen ustedes porque hayan propuesto a Trump para ese premio que ya no tiene más significado que el que el que le dan los galardonados? ¿Acaso no regalaron el Nobel de Literatura a un cantante, por muy rebelde que haya sido Bob Dylan? Para partirse de risa.

Pero ahora veo que algunos estadistas se rompen el pecho por estar en las redes sociales, sobre todo en tuis, como si eso supusiera algo. Claro que, pensándolo mejor. Donald Trump ha sido el jefe de Estado que mejor y más ha usado esa red, y da igual si tiene doce negros que le escriben las mamarrachadas que dice. Pero a la chita callando, consiguió lo que ningún líder en el mundo había logrado, “rehabilitar” al presidente de Corea del Norte, el venerable Kim Jong-un, al que hasta que terció el presidente norteamericano era presentado y tratado como un payaso de feria.

Trump lo metió en el concierto de las naciones, haciéndole renunciar o no al arma nuclear e incorporándolo a los jefes de Estado que en el mundo son.

Y qué más da si el mismo Trump separa a niños mexicanos de sus padres, los vapulea, comete las peores barbaridades que cualquiera lectura de los derechos humanos haría temblar.

Y una parte importante de su extraordinario ascenso mundial, y pese a todas las condenas que se han pronunciado sobre él, pese a que desde que fue elegido, hace ya más de dos años, el aparato demócrata norteamericano, que falló estrepitosamente al no conseguir que la nueva presidenta fuera Hillary Clinton. Se le acusa de machista, se le lleva ante los tribunales, patea los derechos humanos, quiere acabar con el pueblo palestino poniendo su embajada en Jerusalen… La lista es interminable.

Y en lugar de ignorarlo, condenarlo seriamente, se reúne con los personajes más insospechados.

Las atrocidades que se están cometiendo en el mundo son tan espantosas que ya no asusta que Trump amenace con deportaciones masivas, con impedir el libre tránsito de personas o bienes, separa de niños y padres inmigrantes, que se cachondee de la ONU –que, es cierto, siempre estuvo a las órdenes de Estados Unidos--, que manipule la OEA (Organización de Estados Americanos) con más desfachatez que nunca.

Al pobre Clinton le echaron a la calle por un olvidadizo idilio de cinco minutos en su despacho oval.

Se acabaron aparentemente los Watergate, todo el mundo comulga sin decirlo con Trump, que se permite cachondearse abiertamente del mundo entero, precisamente a través los tuits que escribe o le escriben y que son propalados por el mundo entero todos los días. Como una especie de bendición papal.

Se le dan más relieve a las “travesuras” de Trump, como cuando dijo que su bomba era más gorda que la del norcoreano, que a lo que ocurre en un mundo donde ya nadie sabe dónde está el norte y el sur. Donde nadie sabe quiénes son los buenos y dónde están los malos.

Se han perdido las formas. Cuando un país declaraba la guerra a otro había grandes circunloquios en las cancillerías, se redactaban documentos que pasarían a la eternidad e incluso de vez en cuando los embajadores se vestían de limpio para ir a dar la mala noticia.

Ahora basta con un tuis, al alcance de cualquier imbécil que tenga una cuenta, es decir cualquiera, para promover los actos más atroces. Trump ha sido el inicio de una nueva diplomacia, la diplomacia del tuis, que suena a fandango andaluz, a fox trop bailado por Ginger Rogers y Fred Astaire.

Imagino que los más jóvenes no entenderán que se pueda llegar a actos de suma gravedad escribiéndolos simplemente en un papel que circula por todo el mundo. Pero no lleva claves, ni ningún signo de reconocimiento, como en las películas policíacas. Durante la II Guerra Mundial hubo luchas a muerte por conseguir el aparato con el que se ponían claves a los documentos oficiales.

Hubo guerras por apropiárselos, auténticas películas de espionaje, con rubias espantosamente vampiresas y agentes de lo más heroicos.

Ahora basta que Trump se levante de mal humor y le mande un tuis al jefe de otro país para que el lío esté en vías de prolongarse en tensión mundial. Bajan las acciones de las bolsas, los fabricantes de armas se frotan las manos y los periodistas piensan que hubieran preferido ser veterinarios.

En mi época se bailaba el twist (tuis si ustedes quieren) y era mucho más agradable y menos peligroso.

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