Colaboración: Trump y los botones atómicos sexuales

por © NOTICINE.com
"La guerra de los botones"
Por Sergio Berrocal    

Ahora parece ser que cuando el señor Presidente de los Estados Unidos pone a parir al mundo entero de la forma más verdulera que cabe, la causa directa es una especie de complejo juvenil o senil de sexualidad mal entendida.

Esto es lo que uno entresaca leyendo el documentado artículo que publica en el New York Times, según la versión en español, Carol Cohn, que es nada menos que directora del consorcio sobre género, seguridad y derechos humanos de la Universidad de Massachusetts, en Bostón, USA.

"La primera semana de enero –escribe- algo pareció resonar entre la gente de todo el espectro político, incluso entre aquellos que no suelen ver el mundo a través de la lente del género: cuando Trump tuiteó "También tengo un botón nuclear, pero es mucho más grande y más poderoso que el de él, ¡y el mío sí funciona!", el alarde de poderío nuclear dirigido a Kim Jong-un de Corea del Norte sonó muy parecido a, en efecto, una comparación del tamaño de los penes".

Es decir, que las amenazas nucleares entre Donald Trump y Kim Jong-un no son, o más bien sí son, una pelea de machitos que recuerda a aquellas otras de colegios privados y de pago en las que un niño podía decir tranquilamente a otro "¡Mi padre la tiene más grande que el tuyo!" sin que el mundo entrara en alerta nuclear y que en Hawai la gente corriera desesperada en busca de un refugio para escapar al exterminio universal.

La señora tan informada, cuyas palabras reproduzco porque con su curriculum es seguramente más acertada que nadie, machaca: "Es triste. ¿Pero significativo? Entre la mayoría de los comentaristas, la respuesta ha sido un rechazo exasperado hacia el tuit de Trump tachándolo de "acto juvenil", aunque solo otro más de los impulsivos, imprudentes, peligrosos y poco presidenciales de un mandatario como no hay otro. Sin embargo, me parece que el presidente no solo alardea demasiado respecto a su "botón nuclear", sino que también muchos comentaristas siguen sin percatarse del punto. No se trata solo de un espectáculo sin importancia, además de vergonzoso".

Lo más triste es que por un botón más o menos el mundo se puede ver sumido en la oscuridad para la eternidad.

Como ocurrió los días 6 y 9 de agosto de 1945, cuando otro presidente norteamericano, Harry Truman, que quería acabar con la resistencia de Japón y liquidar la II Guerra Mundial sí que apretó en su botón nuclear particular y arrasó dos grandes ciudades japonesas, Hiroshima y Nagasaki.

La historia oficial no cuenta si Truman y el Emperador de Japón, tuvieron palabras parecidas a las de Donald Trump y el líder norcoreano antes de que se desencadenase el infierno.

Las crónicas de la época tampoco dan cuenta de que hubiese habido previamente a ese desastre, del que los japoneses se acuerdan todavía, mensajitos rápidos como el tuit entre los dos líderes.

Seguro que no porque entonces las cosas que el gobierno de Japón y el de EEUU tenían que decirse, por muy terriblemente urgentes que fuesen, tenían que transitar plácidamente por las Cancillerías, donde probablemente se corregían los defectos de puntuación antes de dejarlas seguir hacia las embajadas respectivas. Lo malo es que si caía en domingo o festivo, el mensaje se retrasaba. Total, que no había todavía teléfono rojo para decirse esas cosas tan terribles como: "Te voy a mandar una bomba nuclear mañana a las ocho".

El caso es que este lío entre EEUU y Corea del Norte que, según la especialista citada, podría tener su origen en divergencias estrictamente de penes, ha coincidido con los escándalos sexuales de Hollywood, donde más de una carrera de actor o de realizador ha quedado rota por algo que se perpetró o no supuestamente hace muchos años.

Que uno recuerde, es la primera vez que el sexo se escapa del "Sexo en Nueva York" y otras atrevidas películas para meterse de lleno en la vida de los moradores de Beverly Hills y otras colinas magníficas de los alrededores.

Ni siquiera en tiempos de Bill Clinton, cuando el presidente protagonizó el mega escándalo del siglo, dijimos en coro todos en ese momento, pero después de los botones nucleares, habría que matizar…

Ocurrió sin embargo algo muy gordo y muy muy. Una muchachita preciosa y limpita, con un vestido de lo más elegantemente anticuado, pero igualmente limpito, entró en el despacho presidencial y al cabo de un tiempo –las crónicas no dijeron cuánto—salió, con la misma sonrisa con que había entrado pero con una mancha en su ropita que tardó en quitarse. Como la mancha de la zarzamora que con otra no sé qué se quita, según el cante jondo andaluz.

Por lo visto, lo ocurrido fue que el Presidente Clinton, siempre tan sonriente el hombre, había tenido un exceso de virilidad explosiva mientras le explicaba a la virgencita el funcionamiento de la Casa Blanca. No han quedado indicios de que le enseñara su botón nuclear.

Ni siquiera cuando John Fitzgerald Kennedy traía loco al FBI (la seguridad interna norteamericana) que ya no podía con tanto informe en que se daba cuenta de las farras chorreantes y sexuales presidenciales. Y aquí se destacaba aquel momento estelar en que la estrella Marilyn Monroe se presentó en el salón donde se celebraba un baile de gala en la Casa Blanca para provocar botones nucleares en todos los machos asistentes con su cumpleaños feliz dirigido a Kennedy pero que hubiese derretido al mismísimo Presidente de Corea del Norte.

Y con todo este lío de botones, que nada tiene que ver con la adorable e infantil película "La guerra de los botones", cinta francesa de 2011 que en esta segunda versión incorporaba en su reparto a la deslumbrante Leticia Casta, unos y otros, aquí y allá, se preguntan qué será de la simpática y guapísima esposa de Mr. President, la delicada y fina Melania Trump, la primera víctima de la guerra de los botones entre su esposo y el norcoreano.

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