Crítica: "La apariencia de las cosas", un thriller sobrenatural que se pierde en su apariencia

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"La apariencia de las cosas / Cosas escuchadas y vistas / Things Heard & Seen"
"La apariencia de las cosas / Cosas escuchadas y vistas / Things Heard & Seen"
Por Noemí Romero     

Protagonizado por Amanda Seyfried ("Mank", "El reverendo / First Reformed") y James Norton ("Nowhere Special", "Mr. Jones"), el thriller "La apariencia de las cosas / Cosas escuchadas y vistas / Things Heard & Seen" (2021) estrenado recientemente en Netflix, se queda a medio camino entre una cinta estilo American Gothic y un drama sobrenatural, alegórico, en clave feminista, sobre la espiritualidad humana, que se mueve entre escasas sesiones de espiritismo e inconexas conexiones espectrales y se pierde en su propio artificio.

Para la historia, los directores Shari Springer y Berman y Robert Pulcini ("Esplendor americano  / American Splendor", "Diario de una niñera / Una niñera en apuros / The Nanny Diaries"), adaptaron el bestseller "All Things Cease To Appear" de Elizabeth Brundage, una obra que gira en torno a una joven pareja de Manhattan, en la que George (profesor de universidad) arrastra a Cath, restauradora de arte, a mudarse a una vieja casa de un pequeño pueblo del valle del Hudson donde él ejercerá como profesor. Pronto empiezan a descubrir (especialmente Cath) que algo sucedió en la casa y acaba afectando a su convivencia.   

Sin embargo, a la par que la adaptación coquetea con el género de terror, lo rechaza de forma constante. Las primeras escenas plantean una película llena de expectativas y completamente inmersa en lo que podría ser el típico film con cliché de casa encantada, maldiciones, posesiones, y sesiones de espiritismo.

Además, la comunicación con ángeles y espíritus y la conexión con el pasado y con la muerte es uno de los fuertes temas que se tratan de una manera maniqueísta, y que van brotando a medida que se suceden los parámetros del género: los ruidos nocturnos, las apariciones fantasmales en el cuarto de la niña, y algún que otro elemento surrealista, inquietante y perturbador.

Pero no llega a profundizar en todos esos aspectos, y se dedica a poner demasiado énfasis en ellos en lugar de insertarlos de manera consecuente en un guion que contiene tantos fallos narrativos, que imposibilitan la verosimilitud de unas premisas sobre las que se supone se debería sostener. Es una pena, dado que las referencias intertextuales del místico, científico y filósofo Emanuel Swedenborg del siglo XVIII en su tratado teológico "El cielo y sus maravillas en el infierno" -que entendía que todo lo que existe en el mundo natural tiene correspondencia en el mundo espiritual-; y las referencias pictóricas de George Innes que se utilizan sin argucia o ingeniosidad, podrían haber dado más juego y haber resultado más interesantes.  

El desarrollo de los personajes no se queda atrás: Cath es una mujer encerrada, que se ve arrastrada por los egoístas deseos de su marido de labrarse un futuro lejos de dónde ella ya se lo estaba logrando hacer, y una mujer hastiada, que acaba "vomitando su matrimonio" en el retrete, cuya complejidad psicológica (como su trastorno bulímico) no terminan de explicarse en el guion, produciendo un desmesurado efecto en el espectador con respecto algunas de sus reacciones desconectadas del trasfondo superficial con el que se aborda su personaje, a quien no obstante Seyfried da vida de forma magistral. James Norton (George) también está convincente en su papel de marido estúpido, ególatra y vicioso que arrastra a su mujer a seguirle por su conveniencia. Así, juntos, logran un tándem solvente perfecto que va mejorando a lo largo del metraje, impidiendo que la insostenibilidad argumental lo hundan.  

"La apariencia de las cosas" quiere aspirar a conectar en 120 minutos dos premisas que nunca llegan a hacerlo: por un lado, una manida historia sobre la influencia de un espíritu vengador en una casa encantada al estilo "El resplandor / The Shining" o "La maldición de Hill House / The Haunting of Hill House";  y por otro, un melodrama psicológico de suspense poético y trasfondo social que intenta reflexionar sobre el modelo vigente de ama de casa suburbana abandonada en su hogar mientras el marido se va a trabajar -bajo el retrato del patriarcado como elemento desestabilizador- en una lectura feminista que sugiere un diálogo con el pasado sobre el lado oscuro de un tema más que candente en la sociedad, y que no obstante no solo no logra reflejar, sino además mal desarrollar.

Aun así, la fotografía, las localizaciones y la ambientación se salvan de estas críticas, ya que logran reflejar unos años 80 dignos del Hollywood clásico. Además de ser atractiva visualmente, las escenas de la película se suceden con un ritmo envolvente y espectral que logran cautivar toda la atención, algo que incrementa la sensación de vacío final, cuando después de tanta artificiosidad y expectación, te quedas igual que cuando comenzaste a verla dos horas atrás.

En definitiva, sobran relaciones entre personajes, y tramas secundarias que no logran consensuarse, sobran sustos que no dan miedo, sobran artificios poéticos, y faltan más escenas que sitúen al espectador en lo que sea a lo que el film de terror / melodrama, pretendiese llegar.  No obstante, es digno de alabar el juego estético y narrativo al que se atreve la cinta, mezclando la conexión de las raíces fantásticas de la literatura americana con las ricas intertextualidades que beben de la novela de Brundage.

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