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Crítica: "Maya", de vuelta al regazo de la infancia

por © NOTICINE.com
"Maya"
Por Eduardo Larrocha      
   
Tras ser liberado por sus secuestradores yihadistas, Gabriel, viaja de París a Goa donde, hijo de diplomático, ha pasado sus primeros años. Hace así un paréntesis en su oficio de corresponsal de guerra. Ver a su madre en Bombay es la excusa para este viaje iniciático. Emprende una pequeña odisea para recomponer el interior roto durante su largo cautiverio. El protagonista de “Maya” (2018), película dirigida por Mia Hansen Love, revive su infancia y reflexiona entre los rincones del pasado, la casa familiar abandonada y el bullicio callejero de la India.

A Roman Kolinka, el actor que da vida a Gabriel, le vimos brevemente  a las órdenes de la realizadora francesa en “Eden”, una cinta sobre la “movida” parisina, y más recientemente en “El porvenir”, la anterior película de la cineasta, donde el actor era coprotagonista como alumno de Isabelle Huppert. Fascinada por el bravo aroma que desprenden los reporteros de guerra, Hansen Love leyó varios relatos de periodistas y secuestros antes de lanzarse a escribir el guión de “Maya”, basada veladamente en la liberación de varios reporteros franceses secuestrados en Siria en 2013.
    
La búsqueda y el renacer de Gabriel no están carentes de desencuentros y también de huidas antes de retomar su destino profesional. Una vez que el espectador descubre en travelling sobre una moto a Maya -la joven y serena actriz india Aarshi Banerjee- el título de este drama algo turístico y de aventuras anticipa que la película se convierte en melodrama romántico. La directora confiesa haber tenido como referente nada menos que la descripción intimista que realiza Satyahit Ray en la primera entrega de  “Apu”, la más reconocida trilogía del gran maestro del cine Indio. Otros han querido evocar, al menos por el contexto, “El río”, de Jean Renoir. De nuevo el cine de esta directora indaga en la reconstrucción de una vida a punto de romperse. No obstante “Maya” se acerca peligrosamente al tono edulcorado hasta casi perder la fuerza inicial de la liberación y el viaje iniciático.
      
A su favor y coherente con su trayectoria, una constante benéfica en el cine de esta directora es el uso siempre justificado de la música. Emplea el sonido diegético que defiende su compatriota Bertrand Tavernier. Lo hemos observado en sus anteriores películas, especialmente en “Edén”, la más musical de todas ellas. La banda sonora de “Maya” no resuena con ese envoltorio decorativo del que tanto abusa el cine de Hollywood o para remarcar emociones. En “Maya” proviene de lo que escuchan los personajes. La música nunca es de relleno sino que está plenamente justificada desde la primera canción que interpreta en un bar la mujer del protagonista, una versión en francés de la Serenata de Schubert. El gusto del resto de los temas no es tan exquisito y casi resulta empalagosa “Distant Sky” la canción de Nick Cave que acompaña a Gabriel en los últimos momentos de su aventura personal hasta los títulos de crédito.
   
Esta producción francesa se estrenó en el Festival de Toronto para llegar ahora a las salas españolas en versión original en inglés, francés y algo en hindi, desde el último Festival de Cine Europeo de Sevilla.

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