Crítica; "Sicario 2: Soldado", reiteración y oportunismo

por © Correcamara.com-NOTICINE.com
"Sicario 2: Soldado"
Por Hugo Lara   

Cuando el canadiense Denis Villeneuve estrenó "Sicario" en el Festival de Cannes de 2015, fue saludado con admiración por su descarnado retrato sobre el narcotráfico en la frontera de Estados Unidos y México, donde se confunden en medio de la violencia policías y criminales, buenos y malos, en un entorno de crueldad que fue retratado con buena puntería por el guión de Taylor Sheridan y la cámara de Roger Deakins. Hay que hacer notar que el impacto de "Sicario" quizás fue mayor fuera de México que adentro, donde se desató un terror extremo desde hace más de una década que rebasa por mucho lo visto en la cinta de Villeneuve, como puede constatarse en la prensa, los noticieros o los libros del periodista asesinado Javier Valdez Cárdenas y otros.

Como quiera que sea, Villeneuve aportó su indiscutible talento como narrador y con ello obtuvo éxito a nivel de crítica, lo que dio pie a la secuela titulada "Sicario 2: Soldado / Day of the Soldado" (2018), otra vez con guión de Sheridan pero ahora dirigida por el italiano Stefano Solima ("Suburra", 2015) y foto del polaco Dariusz Wolski. Se trata de una película efectiva como cine de acción, pero inferior a la original en su propuesta y muy cuestionable desde un punto de vista ético.

La premisa de la película recoge un revoltijo de amenazas que inspiran a las huestes del presidente Trump, lo que resulta de entrada lamentable y vergonzoso.  En la frontera con México, una patrulla detiene a unos islamistas que intentan cruzar de forma ilegal a Estados Unidos. Después, unos terroristas árabes hacen estallar varias bombas en un supermercado de Kansas City, provocando la muerte de decenas de civiles. El gobierno de Estados Unidos emprende una investigación que les hace sospechar que los carteles mexicanos ayudan a los terroristas de ISIS para cruzar la frontera. Para poner freno a semejante amenaza, el secretario de Estado autoriza una operación clandestina para provocar una guerra entre los carteles mexicanos. Con ese objeto, el agente Matt Graver (Josh Broslin) vuelve a la acción al mando de un comando entre los que se encuentra Alejandro (Benicio del Toro), el cual secuestra a Isabel Reyes (Isabela Moner), hija adolescente del jefe de uno de los carteles, para que piense que se trata de un ataque del odiado cartel rival.

Esta vez el guion de Sheridan se enreda demasiado en un planteamiento forzado y caprichoso. El guión y la dirección de Sollima echan en el mismo saco temas tan complejos como el de los terroristas árabes, el tráfico de personas y el narcotráfico, pero sin ninguna claridad ni rumbo, tan sólo para que esa mezcla tóxica les permita recuperar a los rudos personajes de la entrega anterior, Matt y Alejandro. Es cierto que todo resulta oscuro y depresivo, y en ese sentido, Sollima consigue darle densidad a su película, en el tono y el ritmo. Pero a diferencia del film original, en esta entrega no aparece Kate Macer, el personaje que interpretaba Emily Blunt y el cual se extraña, pues a través de sus ojos el espectador podía introducirse y compartir el asombro que experimentaba esta agente novata, lo que le confería empatía.

En "Sicario 2", el lazo de empatía se pretende establecer en la relación que desarrollan Alejandro e Isabel, que transita del odio y la venganza hacia el afecto y el respeto. Estos personajes quedan abandonados en medio del desierto y juntos se ven obligados a intentar cruzar la frontera para ponerse a salvo, rodeado de peligros y obstáculos de todo tipo. Otra subtrama interesante es la de un joven adolescente que es reclutado como sicario por los narcotraficantes y que tiene que enfrentar el dilema de seguir una vida criminal. En este desarrollo ocurre lo mejor de la película, que se regodea en varios momentos para mostrarnos el peor rostro de México, donde todos son corruptos y delincuentes. Es cierto que Solima y Sheridan también hacen apuntes de la corrupción por parte de Estados Unidos y su gente, pero siempre lo hacen con demasiada timidez, casi por obligación.

Como película de acción puede ser entretenida y se nota bien producida, pero el problema de "Sicario 2" es que resulta hueca y reiterativa porque no está sostenida en ninguna tesis firme o novedosa sobre el conflicto del narcotráfico que no se haya visto antes en Hollywood, donde sus referentes más notables son el propio "Sicario" y "Traffic" (Steven Soderbergh, 2000). Ante esa evidencia, "Sicario 2" es un film opotunista, pero no oportuno ni arriesgado.

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