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Crítica: "¡Canta! / ¡Ven y canta! / Sing", el optimismo imposible

por © Correcamara.com-NOTICINE.com
"¡Canta! / ¡Ven y canta! / Sing"
Por Samuel Lagunas     

A pocos días de finalizar el 2016 se estrenó la segunda animación del año producida por Illumination Entertainment, compañía mejor conocida como la casa de los Minions, quienes es muy probable queden por los siglos de los siglos como estampa oficial en el logotipo de la empresa, no sólo por los récords de ventas que los seres unicelulares amarillos le han conseguido a su productor, Chris Meledandri, sino porque parece ser muy difícil que alguien del equipo consiga crear personajes igual de entrañables. El futuro inmediato de Illumination Entertainment no se vislumbra del todo positivo: una nueva entrega de "Mi villano favorito / Despicable Me" en 2017, que luce ya desde el tráiler bastante desgastada, y la segunda parte de  "Mascotas / La vida secreta de tus mascotas / The Secret Life of Pets" en 2018, película que en su primera entrega se mostró inconsistente y repetitiva; no son las mejores cartas aunque sus competidores, Pixar y Dreamworks, tampoco puedan presumir de originalidad. Ante ese no tan prometedor escenario, el estreno de "¡Canta! / ¡Ven y canta! / Sing" es claramente una bocanada de aire.

La cinta dirigida por el británico Garth Jennings nos presenta la historia del koala Buster Moon quien, gracias al trabajo incansable de su padre, logra cumplir su gran anhelo: tener un teatro. Una fotografía en el muro de su oficina lo demuestra. Pero mantener vivo ese sueño es una tarea difícil y Buster comienza a presenciar el declive de sus ilusiones aunque eso no apague su optimismo ni destruya su actitud emprendedora. Apoyado incondicionalmente por su mejor amigo la oveja Eddie —un junior afincado en el sótano de sus millonarios padres— y por su secretaria Karen —una iguana milenaria con un escurridizo ojo de vidrio—, Buster estará dispuesto a todo con tal de evitar que el banco embargue su teatro y poder devolverle la grandeza que un día logró tener. La idea: una competencia musical. ¿O no nos gusta ver a nuestros vecinos compitiendo por un premio? No importa si se trata de que horneen un pastel, hagan un tatuaje o interpreten la canción del verano, la respuesta es sí: nos encanta.

Los folletos se esparcen por todo el pequeño pueblo y llegan a cientos de animales que son casteados a través de un animado popurrí. Sólo seis sobreviven el proceso: el ratón Mike, un saxofonista granuja de la vieja escuela; el puerco Gunther, regordete y bonachón; Johnny, un joven gorila atrapado entre su pasión por la música y el deseo de su padre; Meena, una elefante tímida cuyo abuelo se obstina en mandarla a los escenarios; la puercoespín Ash, una adolescente rockera que debe sobreponerse a una desavenencia amorosa; y Rosita, una puerquita que dedica su vida a criar a sus 25 hijitos y alimentar a su infumable marido. Todos ellos, liderados por Buster, encontrarán en la música la mejor forma de hacer frente a las adversidades.

No se puede pasar por alto la calidad técnica de la animación ni el desempeño actoral del elenco tanto en inglés como en español (debo admitir que Ashley de Ha*Ash lo hace mejor que Scarlett Johansson). Tampoco se puede negar la efectividad tanto de los gags como de los números musicales, aciertos que colocan a la cinta de Jennings en un nivel superior no sólo a "La vida secreta de tus mascotas" sino incluso a las dos apuestas fuertes de Disney y Pixar, respectivamente: "Vaiana / Moana: un mar de aventuras" (John Musker y Ron Clements, 2016) y "Zootopia / Zootróplis" (Byron Howard y Rich Moore, 2016). En "Sing: ¡ven y canta!" parece no haber momento desperdiciado, a pesar de las numerosas historias que conviven en el centro: cada personaje tiene su momento y ningún desarrollo ulterior se echa de menos. No obstante, el exceso de optimismo que despliega la cinta (la facilidad con la que se resuelven algunos de los problemas, quedando éstos groseramente trivializados) nos aleja, como espectadores, de los personajes, y ante la imposibilidad de empatar con tan infrahumana e ingenua actitud sólo nos resta conformarnos con bailar durante unos segundos sus canciones; por lo demás, nos queda claro que los únicos sueños que se cumplirán dentro y fuera de la sala serán los de ellos.

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