Crítica: "Sing Street", es como septiembre

por © NOTICINE.com
"Sing Street"
Por Ingrid Ortiz    

Dublín, 1985. En algún lugar infecto un puñado de adolescentes comienzan a ensayar de manera improvisada y, tal vez, por las razones equivocadas. A simple vista, se diría que son el peor grupo del mundo, pero Sidonie ya advertía sobre los peligros de menospreciar esos primeros intentos en el adelanto de su octavo disco, porque de ahí nacieron referentes como The Beatles, Queen o Los Ramones.

"Sing Street" (2016) es el tercer largometraje, más personal e íntimo, de John Carney ("Once", "Begin Again"), y llegará a las carteleras españolas el 30 de septiembre, después de lanzarse en México, EEUU y su país de origen, Irlanda. Es también el nombre de la banda de Conor (Ferdia Walsh-Peelo), un joven que se verá forzado a formarla desde cero para impresionar a Raphina (Lucy Boynton), la chica que conoce en su nueva escuela, después de proponerle ser la estrella de sus videoclips.

Sí, la línea argumental es ligera y casi podría pensarse que calza con el clásico drama adolescente. Sin embargo, no se trata de una historia pueril y empalagosa, sino de una oda a la música a través del sueño juvenil de sus protagonistas, la irreverencia moral y las tendencias culturales del pop y el rock and roll de los años 80.

La banda sonora, en la que cada canción toma como referencia un estilo de esa fauna musical, contagia desde el primer momento su energía a los pies, que siguen el ritmo con cada beat. Es increíble cómo parecen reconocibles las canciones originales, a pesar de ser la primera vez que las oyes, sólo por el estilo. The Cure, Duran Duran, The Doors, David Bowie o Génesis reviven sus años de gloria a través de estos chicos que se definen como "futuristas", mientras experimentan sus primeros acordes con gabardinas negras, sombreros tipo fedora y maquillaje de ojos. Son, nunca mejor dicho, el reflejo de lo que sucede en la calle.

De este modo, se combina ese rito de paso de la adolescencia hacia la madurez con la búsqueda de un sonido propio y un lugar al que pertenecer. En este sentido, jugará un papel importante el personaje de Brendan (Jack Reynor), el hermano mayor de la familia, que tras ver truncadas sus esperanzas de abandonar la ciudad y dedicarse a la música, ve en Conor la posibilidad de cumplir sus sueños y se convierte en su mentor.

Observaremos entre ellos ese tipo de relación especial que no sólo une la sangre sino las esperanzas, los sueños y, en este caso, la música (la dedicatoria final, tras una escena que dejará henchidos los corazones en la sala, será la guinda del pastel).

El casting, formado en su mayoría por actores no profesionales, es todo un acierto, y el diseño de vestuario envuelve la historia en una atmósfera sumamente realista –detalles como los casetes, los papeles de pared o las permanentes no se sienten artificiosos-. Puede que esté ambientada en los 80, pero no es una película de los 80, un matiz importante del que ha hablado el propio director: uno se traslada realmente a esos años de juventud, vive esa ebullición de estilos y sale con ganas de montar su propio grupo.

Y es que el trasfondo de la crisis socioeconómica que atravesaba Dublín en aquel tiempo apenas se perfila, ya que Carney presta más atención al contexto de una familia que se desmorona y cómo afecta esto a sus hijos. Probablemente, la banda de Conor exprese algo más que el deseo de conseguir a la chica; una forma de protegerse ante los cambios, una familia elegida en la que apoyarse.

De esa manera se presentan algunos contrastes: la educación privada frente a la pública, la vulnerabilidad de Conor frente a la fuerza de Raphina y el sarcasmo de Brendan, los problemas de un chico de quince años frente a los grandes problemas que suceden fuera de su pequeño mundo y, en general, una ciudad en Irlanda que parece estancada frente al futuro que Londres promete al otro lado del mar.

En definitiva, "Sing Street" es tierna, emotiva, una mezcla de nostalgia y ansias de futuro… Es como septiembre, porque septiembre es época de comenzar y tomar riesgos ("El rock and roll es riesgo", dirá Brendan). En septiembre vuelve la lluvia, vuelven los amigos, los libros, los nuevos propósitos, los peores grupos del mundo y los buenos estrenos. Y éste… éste es un gran estreno.

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