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Crítica: "El Hijo de Saúl", potente retrato intimista del Holocausto

por © NOTICINE.com
''El hijo de Saúl''


Por Sonia R. Castellanos

La Segunda Guerra Mundial es uno de los temas recurrentes de la cinematografía, retratado infinidad de veces, en un sinfín de situaciones, desde la mayoría de los puntos de vista posibles. Desde "Salvar al Soldado Ryan / Rescatando al soldado Ryan / Saving Private Ryan" hasta "La Lista de Schindler / Schindler's List", que le valieron a Steven Spielberg el Oscar a mejor director, pasando por films algo más desenfadados pero con el mismo mensaje, como "La vida es bella / La vita è bella" o "El niño con el pijama de rayas / The Boy in the Striped Pyjamas", el Holocausto y sus horrores han sido protagonistas de numerosas películas a lo largo de la historia del cine. El último en hacer una aportación a esta lista es el húngaro László Nemes, que con "El hijo de Saúl / Saul fia / Saul's Son", ganadora del Globo de Oro y favorita al Oscar extranjero de este año, no solo se une al repertorio, sino que lo hace por todo lo alto a través de los ojos de un prisionero húngaro de Auschwitz en el año 1944.

Un hombre espabilado, ágil, muy despierto. Consciente de dónde está, de su situación y de lo frágil que resulta su vida en el campo de concentración, Saúl Ausländer (Géza Röhrig) es un prisionero húngaro que sobrevive trabajando en uno de los hornos crematorios de Auschwitz, obligado a ocuparse de los cadáveres de sus compatriotas, incluso de acompañarles hasta la cámara de gas que pondrá fin a sus vidas. La rutina de presenciar la muerte se ve duramente golpeada cuando un muchacho sobrevive al gaseado, apenas unos minutos, lo justo para llamar la atención de los soldados alemanes y para que la moralidad perdida de Saúl, quien cree que el joven es su hijo, regrese con el claro objetivo de buscar un rabino que le ayude a darle al chico el entierro digno que él, y también el resto de los prisioneros, merece.

Al obcecarse en su misión, Saúl relegará a un segundo plano la rebelión que están formando los supervivientes, arriesgándose a sí mismo y a los demás en una espiral de sucesos en la que destaca la transformación del personaje: pasa de ser una marioneta, de los soldados y de sus propios compañeros, a ser su propio tirititero, moviendo sus hilos y utilizando los de los demás para su propio beneficio, para lograr su objetivo. Saúl representa los horrores de los campos de concentración, de la guerra, la falta de humanidad pero a la vez lo más profundo de ella. El espectador se siente partícipe del objetivo de Saúl gracias a la soberbia actuación de Röhrig, que lleva el peso de la película y hace que quien la ve se olvide de la crueldad de su entorno en algunas de las escenas, excelentemente representadas en largos planos secuencia. Una grandiosa interpretación, junto con una realización intimista e individualizada en la que la cámara busca y encuentra a Saúl, que aparece en casi la totalidad de los encuadres, hace que la importancia del personaje se acentúe.

La profundidad de campo es otra de las claves que ayudan a individualizar el relato en la figura del protagonista: el espectador conoce lo mismo que Saúl, no solo por aquello que queda fuera de plano y por aquello que aparece encuadrado pero no se le presta atención, sino también por los silencios, que en ocasiones resultan incluso demasiado escasos. El público se ve obligado a reconstruir en su cabeza aquello que no se le muestra y todo lo que no se dice. La arquitectura fílmica que realiza Nemes no solo resulta adecuada, sino que da como resultado una pequeña obra maestra en la que el espectador camina constantemente al lado del protagonista. "El hijo de Saúl" no es una historia más sobre el Holocausto, sino la historia de un hombre que intenta sobrevivir en la brutalidad del Holocausto.

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